Las sábanas del hotel se nos pegan a todos. Ayer la noche fue larga. La última con nuestros amigos, los trashumantes.
Aunque nosotros estamos un poco tristes, las ovejas son conscientes de que hoy termina su largo viaje, y están ansiosas por llegar, por lo que aceleran el paso.
Durante el recorrido de la mañana pasamos por la Huerta de la Ballestera, un valle idílico. Nos da tiempo a refrescarnos en la fuente que se sitúa entre las ruinas que nos rodean. Vemos alcornoques pelados, de donde extraen la corteza para hacer corcho, probamos el fruto del madroño y conocemos a un señor bastante curioso que tiene 50 ovejas “pa quita el gusanillo” Al poco rato ya llega la hora de comer. Nos refugiamos del calor bajo la encina que tenemos al lado. Y aprovechando que es la última comida todos juntos para sacarnos varias fotos.
A lo largo de la tarde nos da por jugar, que si primer concurso nacional de lanzamiento de huesos de oliva, béisbol con setas, fútbol con bellotas… Creo que estamos perdiendo la cabeza. Cada vez está más cerca el final pero todavía no somos conscientes. Queremos seguir disfrutando.
El camino se empieza a estrechar por la presencia de las vallas que separan la cañada de las dehesas. Las ovejas intentan colarse por los agujeros, y aunque algunas lo consiguen y luego tendremos que sacarlas, otras se quedan enganchadas en las vallas.
En el último tramo las emociones empiezan a aflorar. Los familiares de los pastores empiezan a aparecer y todos protagonizan un merecido recibimiento. Entre aplausos y algunas lágrimas llegamos a la dehesa donde descansarán hoy las ovejas.
Urbano junto con su mujer nos guía a un pequeño cortijo donde pasaremos la noche. Está cerca del pueblo, Vilches, por lo que decidimos ir a tapear. No seremos capaces de adaptarnos a la civilización por lo que compramos unas cervezas y algo de comida para volver a la finca y pasar la última noche en familia.
Autores: Ane, Ines, Andrea, Lucía, Teresa, Maria, Gerard, Juanjo y Sergio
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