Por la mañana, la marcha iba a la par de la carretera de El Tomelloso. En el camino tratamos a una oveja por cojera con oxitetraciclina.
Esta vez se unió a la marcha un afamado cabrero de Albacete, Leandro, que tiene cabras serranas negras. Nos estuvo contando su forma de trabajar con las cabras, como los ahijaba, el número de cabras que tenía, etc.
Tras una buena caminata entre romero y tomillo, de un agradable olor, pero muy poco válido para que comiesen las reses, llegamos a Ruidera, la ciudad esperada desde el día anterior. Una vez llegamos a la entrada del pueblo, pararon las ovejas hasta que la guardia civil les dio permiso para empezar a cruzar. Fue una imagen muy bonita y bucólica ver como se llenaban las calles con un manto de ovejas, ver la cara y las expresiones de aquellos niños en brazos de sus padres. Tuvimos que ir detrás de ellas arreándolas para que anduviesen, debido a que las calles estaban llenas de sal y se paraban a lamer la sal.
Una vez en la laguna de las afueras, nos pusimos de nuevo manos a la obra…otra vez de nuevo un sencillo pero gratificante almuerzo. Esta vez nos deparó una grata sorpresa por parte de Leandro “el cabrero” y fueron sus dos cajas de miguelitos de La Roda, y tal como dice el refrán, “un buen dulce a nadie le amarga”, y mucho menos a algunas de nuestras integrantes femeninas del grupo.
Prosiguiendo el camino, José Carlos nos iba haciendo preguntas de botánica. Le daba igual si aprendíamos o no, la cuestión era que esa noche se sorteaba dormir en el colchón inflable. Nos enseñó el tomillo, romero, retama, esparteras, esparragueras trigueras, azafrán silvestre, enebros y todo tipo de plantas que se iba encontrando. Al final el agraciado colchón le tocó a María y Andrea por sorteo a pito pito gorgorito, pero bueno como dice el refrán “nunca te acostarás sin saber algo nuevo” y fue buena la intención de José.
Otra incidencia grave que encontramos durante el trayecto de por la tarde fue la gran cantidad de cristales que con el sol de cara reflejaban y parecía que estábamos en la playa, pero es un factor muy peligroso tanto para los animales como para la flora.
Llegando al hato, mientras las ovejas careaban un rastrojo de cebada con mucha amplitud y contemplando un magnífico atardecer con la máxima tranquilidad y relajación que pueda existir, José Carlos que iba a su bola con el burro y arreándolas para que no se quedase atrás ninguna, observó y escuchó un fluido compás de notas que nada tiene que envidiarle a la filarmónica de Londres. Allá por encima del cerro aparecían Marian, Mery, Blanca, Ainhoa y Ventura. Cada uno nos deleitó con una melodía diferente para arrear a las ovejas “ale ale”, “iiiii”, “ veeenga oveja”, “ui ui ui aaaaiii”, “vamonoo palante”.. todo un espectáculo digno de admiración entre aquel bello atardecer.
Autores: Blanca de la Hoz, Jose Carlos García, Ainhoa Gil, María Guillen, Nuria Lasheras, Andrea Naval, Jose Antonio Ventura y Sara Vidal.
Profesores acompañantes: Marian Ramo
Autores: Blanca de la Hoz, Jose Carlos García, Ainhoa Gil, María Guillen, Nuria Lasheras, Andrea Naval, Jose Antonio Ventura y Sara Vidal.
Profesores acompañantes: Marian Ramo
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