Eran las 7 de la mañana cuando Problemas y su agradable rebuzno, ya un tanto afónico, nos despertó para emprender el último día de vereda. Fue una de las mañanas con más rocío y los que no habían plantado bien sus tiendas se llevaron una ingrata sorpresa al levantarse y tener el saco empapado, pero en el cielo no había ni rastro de nubes. Se preparaba un último día muy caluroso.
Tras el desayuno y recogida de las tiendas, Urbano, como cada mañana, se hizo cargo de retirar el pastor eléctrico permitiendo a las ovejas emprender su última etapa. Esa mañana apareció otro aborto, el más tardío hasta ahora, y éste fue el sabroso desayuno de José Ángel, que sin duda le daría la energía necesaria para ejercer su labor de perro pastor en este último día de vereda.
Anduvimos por terrenos un tanto pedregosos, y el ganado se veía nervioso. Estaba claro que sabía que llegaba por fin a casa. Vidal nos avisó que este tramo sería complicado ya que muchas fincas estaban rodeadas por alambradas, y como en esta zona se practicaba la replantación de ciertos árboles, éstos estaban vallados. Vidal, veterano ya, iba preparado y se alejaba a veces del rebaño para escuchar los gritos de alguna cabra que quedase aprisionada. Fue el caso de una joven chota que, intentando comer las hojas de un árbol recientemente plantado y protegido, se quedó atrapada con la cornamenta en los alambres. Una vez rescatada y liberada la chota asustada regresó a galope hacia su querido rebaño.
Desde que había comenzado la jornada, Vidal vigilaba particularmente una oveja que tenía dificultades para seguir el ritmo del rebaño ya que temía que se extraviase al alejarse. La disnea que padecía la oveja era tal, que Vidal contactó con Urbano para inyectarle terramicina y seguidamente subirla al remolque debido a su incapacidad para caminar.
Tras el desayuno y recogida de las tiendas, Urbano, como cada mañana, se hizo cargo de retirar el pastor eléctrico permitiendo a las ovejas emprender su última etapa. Esa mañana apareció otro aborto, el más tardío hasta ahora, y éste fue el sabroso desayuno de José Ángel, que sin duda le daría la energía necesaria para ejercer su labor de perro pastor en este último día de vereda.
José Ángel disfrutando de su desyuno (Severine Caillaud) |
Anduvimos por terrenos un tanto pedregosos, y el ganado se veía nervioso. Estaba claro que sabía que llegaba por fin a casa. Vidal nos avisó que este tramo sería complicado ya que muchas fincas estaban rodeadas por alambradas, y como en esta zona se practicaba la replantación de ciertos árboles, éstos estaban vallados. Vidal, veterano ya, iba preparado y se alejaba a veces del rebaño para escuchar los gritos de alguna cabra que quedase aprisionada. Fue el caso de una joven chota que, intentando comer las hojas de un árbol recientemente plantado y protegido, se quedó atrapada con la cornamenta en los alambres. Una vez rescatada y liberada la chota asustada regresó a galope hacia su querido rebaño.
Desde que había comenzado la jornada, Vidal vigilaba particularmente una oveja que tenía dificultades para seguir el ritmo del rebaño ya que temía que se extraviase al alejarse. La disnea que padecía la oveja era tal, que Vidal contactó con Urbano para inyectarle terramicina y seguidamente subirla al remolque debido a su incapacidad para caminar.
Sierra Morena (Severine Caillaud) |
Tras estos acontecimientos seguimos la marcha disfrutando del espectacular paisaje que nos ofrecía Sierra Morena bajo el manto de un extraordinario cielo azul. Pudimos beber en un abrevadero, y algunos imitamos a Vidal, que aprovechó para asearse como un “gato” ya que en pocas horas iba a volver a ver a su familia tras 23 días de vereda.
Después de unos 7 km, llegamos al punto de encuentro con los todoterrenos, nuestra querida furgoneta conducida por Olivia, y ¡sorpresa!: Javier Lucientes y Etxaniz, que habían venido desde Zaragoza y San Sebastián respectivamente, para poder disfrutar de la última tarde de vereda. Pero también nos tocó tristemente despedirnos del carismático Isidoro.
Isidoro despidiéndose de la bota (Severine Caillaud) |
El menú del último día fue “especial” pues, junto al clásico almuerzo tuvimos la suerte de contar con panceta y chorizo a la brasa. Algo que nos reconfortó tras la que había sido la primera despedida. Después de comer, emprendimos el camino esta vez ya dirección Plazuelas, la finca donde el ganado pasa el invierno.
Última comida "especial" (Severine Caillaud) |
El ritmo de las ovejas se vio rápidamente acelerado, el rebaño, que nunca se pierde, sabía que pronto llegaría a su destino y la impaciencia era claramente manifiesta. La labor de Ismael se hizo más importante ya que debía contener el rebaño que no cesaba en su empeño de querer adelantarlo. Comanechi, Miniyo y Problemas (más burro pastor que burro de carga) se ocupaban de que las ovejas disminuyeran el ritmo de marcha.
Durante el trayecto, al estar acercándonos a la “civilización”, el tráfico aumentó, por lo que a la vez de controlar el rebaño teníamos que abrir camino a los vehículos que se veían rápidamente rodeados por una nube de ovejas. Pronto vimos las espectaculares dehesas con sus vacas y toros bravos de las que tanto hemos oído hablar, y los típicos cortijos andaluces.
Mientras que nosotros a cada kilómetro se nos iba quemando más el rostro, el de los pastores iba desprendiendo cada vez más felicidad, pues pronto iban a reencontrarse con sus familiares. Y así fue, a la vuelta de una curva muy cerrada Miguel, el hijo más joven de Vidal, corrió hacia su padre abrazándolo fuerte tras 23 días sin verlo, seguido por su hermano Jorge y su querida mujer. Unos metros más adelante, fue la familia de Ismael, y sus dos hijas Izane y Nadia que se precipitaron sobre su padre abrazándole también. A Nicolás le esperaba la hija de Urbano, Marina...
Un poco más tarde, nos encontramos con caras ya más conocidas por todos nosotros: Marian, Pepe, Raúl e Ibarra, que marcharon con nosotros los últimos kilómetros hasta que llegamos a Plazuelas, una inmensa finca vallada y tapizada de verde. Pastorearon el ganado adentro ante nuestra expectación llena de felicidad y a la vez nostalgia, ya que fue en ese momento cuando aceptamos que realmente el viaje se había terminado.
Urbano instaló por última vez el pastor eléctrico ya que el día siguiente iban a separarlas. Los mastines se dejaron sueltos por la finca y los perros pastores se ataron, ya que los pastores dicen que son muy nerviosos y sin vigilancia podrían morder a las ovejas.
Urbano instaló por última vez el pastor eléctrico ya que el día siguiente iban a separarlas. Los mastines se dejaron sueltos por la finca y los perros pastores se ataron, ya que los pastores dicen que son muy nerviosos y sin vigilancia podrían morder a las ovejas.
Llegada de las ovejas (Severine Caillaud) |
La televisión de Jaén se desplazó para grabar nuestra llegada y escogieron a Vanesa para sujetar la cafetera simulando la vida de “camping”. Grabaron nuestras caras quemadas por el sol y nuestras sonrisas cómplices porque nos esperaba una ducha caliente en Vilches.
Los profesores se reservaron cada uno una habitación de hotel mientras nosotros acampamos por última vez en una finca de Urbano a unos pocos kilómetros de Vilches. Al llegar al hotel “Mesón Marchena”, una vez duchados, disfrutamos de unas estupendas tapas que nos pusieron con las bebidas. Para no perder la costumbre, seguimos de tapeo en un agradable bar en Vilches, donde algunos probamos las deliciosas criadillas de cerdo por primera vez.
Los profesores se retiraron antes que nosotros, que seguimos largo rato y además nos fuimos a tomar unas copas de despedida.
Los profesores se retiraron antes que nosotros, que seguimos largo rato y además nos fuimos a tomar unas copas de despedida.
Recorrido: 15 km
Autores: Helena Agustín Valdearcos, Laura Bataller Montaner, Severine Caillaud, Alfonso Cruz Andrés, Vanesa Galende Medinilla, Juliette Martín Cereza, Armán Santorcuato García
Autores: Helena Agustín Valdearcos, Laura Bataller Montaner, Severine Caillaud, Alfonso Cruz Andrés, Vanesa Galende Medinilla, Juliette Martín Cereza, Armán Santorcuato García
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