domingo, 30 de diciembre de 2012

Día 22 - 22 de noviembre

Tras el habitual desayuno tocó hacer de veterinarios puros y duros y sacamos sangre a las ovejas para analizarla, además de un coprológico, y estudiar la salud de los animales tras la trashumancia.

Helena sangrando (Severine Caillaud)

El rebaño de vacas que encontramos el día anterior empezó a acercarse hacia nuestro campamento, pero los mastines corrieron hacia ellas y acabaron por disuadirlas, ya que se replegaron de inmediato.

Una vez recogido todo empezamos a andar por Sierra Morena mientras las vacas nos veían alejarnos con recelo. Como es bien sabido, en un cortijo grande el que es tonto se muere de hambre, así que el perro más rápido se comió uno de los abortos que de vez en cuando, a causa de las duras jornadas de caminar, tenían algunas ovejas.

A medida que el sol se iba levantando e íbamos avanzando, descubrimos colores y vistas increíbles, que nos dejaron a todos anonadados. Tuvimos mucha suerte ya que el tiempo ese día fue particularmente soleado, lo que resaltaba los distintos tonos verdosos de la Sierra, contrastados con el azul intenso del cielo. Las ovejas ese día iban más lentas, debido a un pasto abundante y de gran calidad que se iban encontrando.
 
Suculento almuerzo (Severine Caillaud)

Vanesa perdiendo "las golondrinas" (Severine Caillaud)

Tras el obligado y añorado almuerzo, mientras proseguíamos con nuestra peripecia, una cabra se quedó trabada en una malla que protegía unos arbolados y el pastor, muy atento, tuvo que ayudarla a liberarse al escucharla. Una vez atravesada una finca, que tuvimos que abrir, vimos los cortijos de la sierra donde se crían ciervos para la caza. También tuvimos la suerte de ver algunos libres, así como corzos, pero los mastines no fueron lo suficientemente rápidos como para deleitarnos con ese menú aquella noche…

Ramoneando (Severine Caillaud)
 
El paisaje seguía siendo cada vez más impresionante y el sol cada vez más intenso. Sedientos, tuvimos la imperiosa necesidad de paramos en un pequeño río para hidratarnos... bajo la premisa de los pastores de: “agua corriente no mata a la gente”, nos abalanzamos sobre el líquido elemento. Una vez saciados escuchamos a los pastores, entre risas, decirnos: “¡¡todos los que beben de ese agua morirán!!”.

"Agua que corre no mata" (Helena Agustín)
 
Los compañeros que andaban detrás observaron que un macho cabrío tenía los testículos muy hinchados debido a una castración hecha antes de irse de trashumancia, que manifiestamente se estaba complicando. Le inyectamos terramicina durante el camino para evitar complicaciones.

Inyectando terramicina al macho cabrío (Helena Agustín)

A las 17:00 horas llegamos a lo alto de Sierra Morena. Como ya era habitual, montamos las tiendas e hicimos la hoguera. Hacía más frío que las demás noches, debido a los 800 m de altitud, así que agradecimos el caldo con, entre otras cosas, la carne del conejo cazado por el mastín el día anterior, y rebollones recogidos el mismo día... como cada noche un cena muy rica y abundante.
 
UAuuuu (Vanesa Galende)

Escuchamos a los perros ladrar casi toda la noche, porque había muchos animales por allí (jabalíes, ciervos...), las ovejas se asustaron varias veces durante la cena, por lo que los pastores temían que se produjera una estampida y se escaparan, cosa que afortunadamente no sucedió.


Recorrido: 15 km

Autores: Helena Agustín Valdearcos, Laura Bataller Montaner, Severine Caillaud, Alfonso Cruz Andrés, Vanesa Galende Medinilla, Juliette Martín Cereza, Armán Santorcuato García

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