jueves, 31 de enero de 2019

Día 14 de noviembre de 2018 - “Las Pedroñeras”

Como reciente costumbre, Magallón comienza el día con su peculiar despertar: “Ayyyyyyyyyyyyyy”, añadiendo estrofas de “Hijo de la Luna”, que es lo que se pone de moda en esta semana trashumante. Todas sabemos ya que es hora de ponerse en marcha. Tras el buen café que nos prepara Ismael y el desayuno abundante de cada día (galletas de chocolate, pastas taustanas y más bollería y dulces) nos ponemos a recoger para comenzar la caminata, mientras Esther y Emilio irán con Urbano de hateros.

El paisaje ya se ha definido como lo que acabaremos viendo cada día de la semana: kilómetros de campos de vid por la zona de las Pedroñeras. Al pasar por un puente por debajo de la carretera encontramos una pintada: “Buen camino para la buena gente de Guadalaviar”, muestra de la huella que van dejando estos hombres allí por donde pasan. Durante el camino las ovejas van saliéndose de la vereda hacia los viñedos, por lo que Vidal nos envía como perros pastores para ir controlando los límites y así vamos desfilando, en fila india recogiendo a las ovejas más golosas que se ponen de uva hasta arriba. 


Llega la hora de la comida, y con ella el primer percance de los varios que irán surgiendo durante nuestra aventura: mientras Esther prepara, junto con Urbano y Emilio, la mesa para sus compañeros, le pica una avispa en la palma de la mano, haciendo que necesite ayuda para cosas tan tontas como cortar pan. Urbano nos saca la típica comida fría: embutido, quesos, panceta y el buen pan, regado con el vino que nos brinda Irene. Los hateros también nos sorprenden con una garrafa de crema de orujo recién comprada para que nos acompañe esa noche. 

Por la tarde Mariela y Emilio serán los que cojan las furgonetas. Tras poco tiempo podemos comprobar por qué Mariela insistía en no coger la furgoneta: no sabía que existía el freno de mano. Después de unos metros conduciendo y unas paradas técnicas encontramos el problema, quitamos el freno de mano y continuamos nuestro camino.

Tras comer, continuamos el camino lleno de viñedos que nos regalan uvas bien dulces que no fueron recogidas para amenizar el camino. Nos encontramos con un abrevadero antiguo, seco y destrozado en el camino. Seguimos caminando y con Problemas bien agarradito (para que no haga honor a su nombre) y miradas sorprendidas de los coches de la carretera, cruzamos la autopista.



Tras los 20km andados hoy, llegamos a la ermita de San Isidro, uno de los lugares más bonitos donde hemos podido acampar, aunque un poco sucio, ya que se encontraba en una pinada que estaba habilitada para hacer barbacoas y pernoctar. 

Al llegar conocemos al nuevo integrante del grupo, el Lisensiado Arroyave, que nos trae regalitos para todas. Nos reunimos con nuestros amigos del otro rebaño de nuevo para cenar y esta vez, ellos también participan de cocineros, regalándonos la experiencia de probar el hartatunos, una comida típica de pastores y similar a una tortilla de patata, pero sin huevo (patata, cebolla, ajo, pimentón y pan). Además, Urbano también prepara panceta, careta y longanizas, además de su ensalada de todos los días. Comenzamos a cenar, esta vez muy acompañados de vecinos que se acercaban a la Ermita y familiares de nuestros compañeros trashumantes. 

Con la cervecita previa a cenar nos cae un poco de lluvia, pero aguantamos como valientes. Una vez cenados comienza la ronda de cada día, a la que añadimos frases célebres de Rajoy para reírnos un rato. Comprobamos nuestro nuevo signo del zodiaco porque se ve que los tiempos cambian, y los astros también. Nuestro amigo colombiano pronto conoce la naturaleza de nuestro grupo y, un poco acobardado, acaba uniéndose a nosotros como uno más.  Poco a poco va desapareciendo la garrafa de orujo y los integrantes de la hoguera con ella.

¡Hasta mañana rebaño!

Autores: Clara Burillo, Andrea Menjón, Esther Mora, Mayte Ortiz, Lidia Regaño, Amaia Torre, Mariela Subirán y Carmen Ceresuela
Profesores acompañantes: Jose Luis Olleta, Emilio Magallón y Diego Arroyave

martes, 29 de enero de 2019

Día 13 de noviembre de 2018 - “Villalgordo del marquesado - Las Pedroñeras”

Nuestra primera pernoctación, cómo no, debía ser intensa. Parece ser que no sólo nosotros nos encontrábamos llenas y llenos de energía, y que también en esta gran aventura aprenderíamos, entre otras cosas, a dormir como quien dice “incluso a la sombra de un tiesto”; tendríamos que acostumbrarnos a lo que nos esperaría en todas y cada una de las siguientes noches: los ladridos de nuestros ya amigos guardianes del rebaño, sin subestimar los ronquidos de ciertas personas y los sonoros y numerosos cencerritos en el cuello de Problemas, daban lugar a una sinfonía que, si bien era única, a alguna persona se le hizo más cuesta arriba que la propia vereda. 

También dejamos de lado ese tono de despertador rutinario al que tanto odio terminamos guardando, para recibir los cánticos y suspiros de Magallón, con los que cada mañana nos regalaría su alma; “Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaay”. También nos regalaría una buena dosis de energía y prisa.

Aquella primera mañana todas y cada una de las personas del grupo espabilarían por esta razón, por la necesidad de recoger todo nuestro campamento a la velocidad de la luz y proseguir el camino al ritmo de nuestras amigas lanudas, dejando la zona como si dicha acampada no hubiera tenido lugar. Por eso, y porque todas queríamos nuestro café en el desayuno. El desayuno de los campeones y campeonas, por supuesto. Y a cafetera por hora… Casi era de esas cosas que no desearías a nadie, quedarte en la última ronda. Hidalgo y a caminar. Alguna entre refunfuños. 

Poco a poco nos íbamos dando cuenta de que más que nunca nos guiaba el sol: nos habíamos levantado al amanecer, y cuando el sol llegaba a su punto más alto, también implicaba la mitad de la jornada para nosotros. Cuando el camino ya empezaba a hacerse más duro, empezamos a divisar a Urbano en la lejanía, acompañado de nuestras compañeras, Andrea y Clara, quienes habían cumplido la función de hateras en esta primera mañana. Allí nos esperaban con una copiosa comida, preparada para saciar el hambre que había ido acumulándose a lo largo de la mañana. Morcilla, chorizo, jamón, tocino, queso, embutidos, mejillones, y una bota, Irene, que no paraba quieta, siempre saltando de mano en mano. Urbano nos había terminado de conquistar (¡Le hizo falta muy poco tiempo para ello!).


Una vez ya saciados nos tocaría esperar a que nuestro rebaño hiciera lo mismo en un campo que tenía a su disposición, mientras nosotros comenzábamos a asimilar todo lo que habíamos comido. De repente, como si de una película del lejano oeste se tratara, vimos aparecer a un hombre montado a lomos de un caballo que se acercaba poco a poco hacia nosotros. Este hombre iba a su vez acompañado por una yegua pía, que al alcanzarnos llamó la atención de Problemas. Este se acercó a ella, pero su interés no pareció ser correspondido por la yegua y recibió una pequeña “patadica” a modo de aviso. Al poco, descubrimos que se trataba de otro pastor trashumante, cuyo rebaño nos seguía de cerca, y con quienes compartiríamos varias jornadas hasta que nuestros caminos se separasen.

Emprendimos nuevamente nuestro camino. Esta tarde pasaríamos por un pueblo, Rada de Haro, por lo que los pastores nos habían advertido de que teníamos que estar guapos, lo cual aún era posible, ya que solo habían transcurrido dos días y aun no nos habíamos ensuciado en exceso. Al pasar por el citado pueblo, algunos curiosos se acercaron a observar el rebaño, una vez este había parado en un abrevadero que se encontraba a las orillas del mismo pueblo. Nosotros aprovechamos para rellenar nuestras cantimploras en la fuente del pueblo y reanudamos el camino.


Seguimos andando al ritmo de nuestras lanudas, entre empujones de Problemas y recogiendo a alguna coja rezagada con la ayuda de los siempre fieles perros. Transcurre la tarde con normalidad y al empezar a caer el sol divisamos el campamento que nuestras compañeras habían preparado. Al llegar, cercamos las ovejas una vez más para que pasen la noche, protegidas por Centinela y Mastina, dos preciosas mastinas encargadas de proteger al rebaño. Una vez realizada esta tarea, escogemos la tienda que será nuestro hogar por esta noche y nos sentamos alrededor de la hoguera, que bien había preparado Urbano para que Ismael hiciera arder.

Empezamos a comentar la tarde con las hateras y acabamos teniendo una pequeña charla sobre diarreas neonatales en corderos y patologías de la ubre, en la que los pastores participan y nos dan su punto de vista al respecto, así como aportan su más que curtida experiencia. 

El hambre se hace notar, ya que llevamos un rato comiendo unas deliciosas almendras garrapiñadas que la abuela de Andrea nos había preparado y degustado el vino dulce que José Luis había traído, cuando Urbano nos llama al grito de “¡Ala esos cubiertoooos!”, el momento que todos estábamos esperando. Nos acompañan en la cena los otros pastores trashumantes, que han acampado unos metros más atrás. Empezamos a degustar el caldero que nos ha preparado nuestro excelente cocinero y por impacientes, tenemos algún incidente y nos socarramos la lengua, lo que provoca alguna carcajada que otra alrededor de la mesa.

Para finalizar el día y como es tradición, nos sentamos alrededor de la hoguera a hacer la digestión y a tomar (un poquito) de crema de orujo. Los pastores se sienten más animados y nos piden nuestros cánticos nocturnos: a Vidal y a Urbano les hemos conquistado con Habanera triste y siempre esperan a que nuestra solista Carmen la interprete antes de irse a dormir, mientras que Ismael siempre nos acaba pidiendo entre risas “¡Ahora el tren, ahora el tren!” y todos empezamos haciendo los coros a Mayte “Viajar en treeeen, es de lo mejooor…”, hasta que los párpados empiezan a pesar y los bostezos aparecen. 

¡Cada mochuelo a su olivo!

Autores: Clara Burillo, Andrea Menjón, Esther Mora, Mayte Ortiz, Lidia Regaño, Amaia Torre, Mariela Subirán y Carmen Ceresuela
Profesores acompañantes: Jose Luis Olleta, Emilio Magallón y Diego Arroyave

lunes, 28 de enero de 2019

Día 12 de noviembre de 2018 - “Zaragoza-Villalgordo del Marquesado”

Nos despertamos y llegamos a la facultad sin que nos acompañe el sol todavía, a eso de las 6:30. Tenemos muchas ganas y, aunque estamos todos dormidos todavía, se deja entrever la emoción por la semana que nos aguarda. Nos montamos en las furgos y entre cabezadas, cánticos y un descanso acompañado de tortilla casera, nos encontramos con los trashumantes a las 12:00h, entre Villalgordo del Marquesado y el Villar de la Encina, (los nombres de los pueblos nos hicieron pasar un buen rato entre risas, no había manera de aclararnos: “La villa del gordo del marqués, Villar del Marquesado, Villar del gordo de la Encina...), tras recoger a Pedro Cordero en La Almarcha, que se acabó convirtiendo en uno más.


Nos reciben con una bandeja de huevos fritos, quesos, embutidos y una bota repleta de vino, con lo que roban el primer trocito de nuestros corazones.

Tras dar cuenta de la comida, nos ponemos en marcha para acompañarlos en nuestra primera tarde de vereda. Antes de empezar a caminar, vemos una cabra pariendo; el cabrito recién nacido irá en un cubo a lomos de Problemas bien calentito hasta que volvamos a parar, pues no puede seguir el ritmo del rebaño.


Caminamos animadamente, charlando entre nosotros y con Vidal, y así comenzamos a conocerlo un poco, puesto que vamos con él en la retaguardia. La tarde transcurre sin incidentes, con el sol sobre nuestras cabezas, a excepción de una joven oveja coja, que se queda rezagada continuamente. Vidal la coge con el bastón de mayoral, que ya nos explica que es el poder del rebaño, para mirar cómo lleva la pata.

A las 18:00 h. llegamos al lugar en el que han desplegado el campamento; entre Vidal e Ismael meten a las ovejas en el círculo que han hecho con el pastor eléctrico. Entre todos, vamos amontonando los troncos que posteriormente se convertirán en una lumbre muy acogedora.

Nos servimos un poco de cerveza, porque hidratarse es importante, y terminamos haciendo un “mannequin challenge” entre todos (hacen falta dos intentos, puesto que el primero casi causa bajas entre nuestras filas por las ascuas que salían disparadas de la hoguera). Cenamos arroz con pollo y verduras y una ensalada de tomate, y estaba tan bueno que ya vamos descubriendo lo que nos cuidará Urbano a lo largo de la semana.

Con el estómago lleno (que se piensa mejor), nos sentamos alrededor de la hoguera, al principio un poco tímidos...pero, en cuestión de minutos, estamos todos cantando canciones; La ronda de Boltaña, Amaral o Silvio Rodríguez, aunque a medida que pasaba la noche fuimos dando paso a temas populares como el himno de Buñol o el de Bordón (que después se convirtió en uno de los himnos de la vereda); Amaia también nos enseñó una bonita canción en Euskera, de la que acabamos sabiendo trocitos.

Las canciones dieron paso a juegos como el “black stories”, y la hoguera nos fue adormeciendo hasta que a las doce decidimos retirarnos a nuestros aposentos, para estar descansados para lo que nos deparase el siguiente día.

Autores: Clara Burillo, Andrea Menjón, Esther Mora, Mayte Ortiz, Lidia Regaño, Amaia Torre, Mariela Subirán y Carmen Ceresuela
Profesores acompañantes: Jose Luis Olleta, Emilio Magallón y Diego Arroyave

sábado, 26 de enero de 2019

Día 11 de noviembre de 2018

Nuestro último día. En esta última etapa ya pudimos apreciar como el terreno ya era mucho más llano y fácil de atravesar, no como en las jornadas anteriores. La vereda transcurrió entre barbechos hasta que poco antes del mediodía atravesamos la A-3 bajo un túnel y llegamos a las proximidades de Belmontejo. Ahí nos esperaba Conrado junto a otro amigo de los pastores y su hijo de 15 años, que tenía ovejas de leche. En nuestra última comida Urbano cocinó gachas. La nota extravagante la dio Estel, que con ayuda de sus cubiertos mató a 5 avispas que nos molestaron bastante mientras comíamos. 


Tras la comida, con toda la pena de nuestro corazón nos despedimos de Vidal, Urbano e Ismael, a los que nunca olvidaremos y siempre estaremos agradecidos de haber podido compartir estas jornadas con ellos.

Nota de hateras (Mireia y Ane): La misión a cumplir a primera hora de la mañana fue comprar el pan un domingo en pueblo prácticamente deshabitado y con todas las panaderías cerradas. A todo esto añadir que no era solo una barra de pan lo que necesitabamos, sino que casualmente teníamos más bocas que alimentar por la visita que nos esperaba. Lo conseguimos, precisamente en el mesón en el que años atrás un empleado le robó una atractiva cartera llena de billetes descaradamente a Antonio, pero no tuvimos el placer de conocerle ya que no se atrevió a aparecer por allí. Urbano nos sedujo una vez más con sus dotes culinarias preparando un plato típico conquense: las gachas de despedida.



Autores: Antonio Romero, Mireia Aldaya, Luis Oliva, Estel Clopes, David Forcano, Ane Martín, Irene Crespo, Lucas Grasa, Andres Yzuel, Urbano, Ismael y Vidal

jueves, 24 de enero de 2019

Día 10 de noviembre de 2018

La mañana comenzó encapotada. Nos dirigimos hacia unos montes por los que transcurría el camino sinuoso y en el que encontramos ocultos varios abrevaderos, colmenas de abejas y hasta un cráneo intacto de un jabalí, el cual nos trajimos como recuerdo de nuestra vereda. Guiar el rebaño por esta zona fue complicado por la proximidad de otros pequeños rebaños, por lo que tuvimos que rodear el nuestro por completo para evitar que se mezclaran los animales de distintos pastores.

Antes del mediodía alcanzamos un alto y desde ahí nos dirigimos hacia la localidad de Belmontejo, donde nos saludaron muchos de sus vecinos en la “Calle de la Vereda”. Después atravesamos un puente sobre el río Marimota y una carretera que tuvimos que cortar con ayuda de nuestros hateros. Comimos bajo el trasvase del Tajo-Segura.



Por la tarde fuimos bien de tiempo, por lo que paramos varios minutos a dejar comer al rebaño para que pudiera aprovechar el pasto. Por la noche acampamos junto a unas carrascas en una zona bastante alta y ventosa, lugar donde pasamos nuestra última noche y velada en la hoguera, en la que algunos alargaron la noche más de la cuenta.


Nota de hatero: Al igual que el día anterior, el barro atrapó una de nuestras furgonetas. Antonio tuvo la habilidad de sacarla tras varios intentos. Una vez sacada pusimos rumbo a la zona donde íbamos a montar el campamento donde Antonio y Urbano tuvieron una larga discusión sobre dónde era el mejor lugar para acampar. Una vez establecido el lugar, nos dedicamos a las labores de montaje del campamento: cortar leña, montar las tiendas y el pastor eléctrico y la preparación de la lumbre hasta la llegada de nuestros compañeros.

Autores: Antonio Romero, Mireia Aldaya, Luis Oliva, Estel Clopes, David Forcano, Ane Martín, Irene Crespo, Lucas Grasa, Andres Yzuel, Urbano, Ismael y Vidal

miércoles, 23 de enero de 2019

Día 9 de noviembre de 2018

Salimos de la ciénaga que nos había dejado la noche anterior. Comenzamos a caminar carretera abajo rodeados por monte bajo de romero y aliaga. Atravesamos un largo pinar que acababa en un barranco, y justo antes de la zona de almuerzo tuvimos dificultades para que tanto el rebaño como nosotros pudiéramos atravesar un pequeño río.  Urbano nos enamoró con un plato de morcilla  “mu güena” y de postre, el día nos regaló el inesperado nacimiento de un cabrito al que bautizamos como Fifi. Lo subimos al carro de Urbano y continuamos con la marcha. Monte arriba se nos dispersaron las ovejas debido a que llegados a este punto no nos tenían ni miedo ni respeto, tanto que un centenar de ovejas decidió subir a la colina de enfrente poniendo en apuros a Luis y Mireya: ¡VIDAL, MANDA AL PERRO! 



Bajamos la colina y ninguno nos libramos de meter el pie en una acequia que impedía el paso. Por fin, después de todas las complicaciones se produjo el encuentro con los hateros. Nuestra mayor preocupación era el reencuentro del cabrito con su madre, ya que no sabíamos si lo iba a aceptar. Tras varios intentos fallidos, finalmente el cabrito se amorró a la ubre de su madre. El dicho popular pastoril dice que cabrito que nace de noche no place, y si place bueno se hace. Como este nació de día le auguramos un futuro como buen cabestro esquilero.



Nota de hatero: El barro nos jugó una mala pasada en una cuesta y ni con el agarre de las ramas de una carrasca cercana tenía solución. Menos mal que Urbano, hatero siempre bien pertrechado, tiene un 4x4 y una cinta para remolcar.



Autores: Antonio Romero, Mireia Aldaya, Luis Oliva, Estel Clopes, David Forcano, Ane Martín, Irene Crespo, Lucas Grasa, Andres Yzuel, Urbano, Ismael y Vidal

martes, 22 de enero de 2019

Día 8 de noviembre de 2018

Al salir del saco la niebla nos dió los buenos días, y el café estuvo más solicitado que nunca, ya que la jornada que nos esperaba iba a ser demoledora.

Comenzamos con 5 los mandamientos del pastor:
1. Comerte el mejor cordero.
2. Comerte con las ovejas todo lo del mundo entero.
3. Saber comer sopas en el caldero (cucharada y paso atrás).
4. Comer después de harto.
5. No dar la verdad ni a Cristo.

Y al pastor nunca se le puede olvidar: ni la merienda por alto ni la manta por raso (Mandamiento adicional). En la vida de un hombre hay dos cosas que nunca hay que olvidar: la cojera de perro y el llanto de mujer.

Estábamos en un rebollar cuando de pronto un golpe nos pareció escuchar. Tras un chaparro (encina), nos encontramos con una violenta pelea entre carneros, uno de ellos con una potente cornamenta. Tras un par de topetazos, apareció Margarita (perra de Vidal) que logró poner paz.
Llegamos a almorzar al sitio donde deberíamos haber empezado nuestra vereda, ya que por las fuertes nevadas en el punto de partida (Guadalaviar) se tuvo que retrasar la salida.



Nota de hateras de la mañana (Ane y Estel): Conseguimos sacar las furgonetas de dónde habíamos acampado (gracias a Antonio y su capacidad para conducir por zonas imposibles) y nos dirigimos a un pueblecito donde Urbano compró todo lo necesario para  comer y cenar ese día y nosotras recargamos botellas de alcohol que ya empezaban a escasear. Nos dirigimos a una zona llana cerca de un río donde montamos la mesa para comer.

La tarde se nos hizo cuesta arriba (nunca mejor dicho). Las ovejas anduvieron a sus anchas poniendo a prueba los gritos de indio apache de Vidal: aleheee, ui ahi, hale hale… Más de una desafió sus ordenes lo que obligó a Lucas a perseguirlas hasta el fin del mundo.

Una vez en el campamento, la cena fue complicada. Vivimos el diluvio universal en cuerpo y alma y repusimos las energías como pudimos debajo de la carpa. Pero lo más duro de la tarde estaba a punto de llegar.

Nota de hatero de la tarde (David): Tras una buena comilona, el rebaño partió rumbo al final de la etapa. Urbano, Antonio y yo paramos en un puente para ver unas vistas espectaculares del rebaño a su paso por la cañada. En este punto Ismael se encontró una culebra muerta y dada mi gusto por los reptiles, ya tuve juguete para toda la tarde. Cogí la culebra y me puse a dar sustos a todos mis compañeros, Ane fue la principal perjudicada. Tras esta breve parada, nos montamos en las furgonetas y subimos un puerto con gran desnivel pensando en la tarde que les esperaba a los que la subían a pie. Ya en el campamento base, Urbano cogió su “motosierro” y preparamos la hoguera. Empezó a llover, pero Antonio le echó pitera y prendió fuego a la hoguera.



Autores: Antonio Romero, Mireia Aldaya, Luis Oliva, Estel Clopes, David Forcano, Ane Martín, Irene Crespo, Lucas Grasa, Andres Yzuel, Urbano, Ismael y Vidal

lunes, 21 de enero de 2019

Día 7 de noviembre de 2018

- ¡Niñooooos, nos vamoooos!

Poco después de empezar la jornada, tuvimos que atravesar un paso por debajo de la autovía con el rebaño. Como estaba inundado, pasamos en primer lugar con las furgonetas para construir un puente con rocas del camino y que nuestros pastores pudieran pasar lo más secos posible.

A continuación, la benemérita tuvo que intervenir para cortar un par de rotondas por las que pasaba la vereda y la caravana que se formó fue impresionante.



Seguimos nuestro camino con Mireia a lomos de Problemas por una carretera que circulaba entre unos bonitos chalets para los que la poda de sus plantas de la entrada fue gratuita a cargo de nuestras cabras. Llegamos después a un paso a nivel del AVE que cruzamos por debajo para almorzar en compañía de unos amigos de Cuenca de Ismael, Vidal y Urbano.

Continuamos por nuestra vereda hasta llegar al pueblo de Cólliga y lo atravesamos bajo la atenta mirada de sus vecinos que nos vigilaban desde sus puertas y balcones. Al salir del pueblo, el rebaño descendió un barranco hasta llegar a un pinar y las vistas del ganado desde arriba no tenían desperdicio.

La recta final del día trascurrió entre rastrojos y monte bajo, pero era de las carrascas y sus ricas bellotas de las que más nos costaba separar a las ovejas. Nota de David: Me sentí muy orgulloso de mis labores pastoriles sin darme cuenta de que el mérito era de Jessi, que anduvo por detrás de mí juntando el ganado sin que me diera cuenta.

Nota de hatero de la tarde (LUIS): rellenamos los bidones de agua en las fuentes de un pueblo en el que casi no cupieron las furgonetas debido a la estrechez de sus calles, lo que sorprendió a los vecinos ver vehículos de tales dimensiones por sus angostas vías. Montando el campamento diluvió, pero eso no impidió que Antonio Romero me enseñara sus dotes de leñador, que acabó con una buena sudada tras hacer trizas varios troncos con muchos nudos.



Autores: Antonio Romero, Mireia Aldaya, Luis Oliva, Estel Clopes, David Forcano, Ane Martín, Irene Crespo, Lucas Grasa, Andres Yzuel, Urbano, Ismael y Vidal

sábado, 19 de enero de 2019

Día 6 de noviembre de 2018

Salimos dirección Cuenca con una tarta para no llegar con las manos vacías, ya que era el cumpleaños de Ismael. La velocidad crucero era adecuada pero nuestra furgoneta vibraba (pareado de Antonio el velociraptor).



De camino a Villalba de la Sierra se produjo el encuentro entre chorizos, huevos fritos y cortezas. Tras el recibimiento, dimos comienzo a la vereda con el cielo cubierto, pero sólo se quedó en amenaza.

Vidal nos hizo una demostración de obediencia canina dejándonos a todos boquiabiertos. A esto le sumamos el encuentro con el cazador de setas de la zona que aseguró que su favorita era la seta chaparra. Vidal se animó a seguir con la clase magistral de micología diferenciándonos la seta cardera, el níscalo, el champiñón, el pelo de lobo, la seta chaparra y el rebollón.

Nota de hatero (Andrés culo fino): Antes de montar el campamento, paramos para reponer fuerzas en un bar de carretera. Después de un camino lleno de baches, llegamos a la zona donde íbamos a acampar. Urbano sacó su motosierra y se puso a cortar leña. Una vez montadas las tiendas y encendida la lumbre, llegó el rebaño junto con sus nuevos integrantes.





Autores: Antonio Romero, Mireia Aldaya, Luis Oliva, Estel Clopes, David Forcano, Ane Martín, Irene Crespo, Lucas Grasa, Andres Yzuel, Urbano, Ismael y Vidal