jueves, 29 de noviembre de 2018

Día 5 de noviembre de 2018 - "Villalba"

Nos levantamos echando de menos a nuestro despertador Problemas, quién parece haberse declarado en huelga por empacho. Hoy se prevé un día pasado por agua, tal y como nos había adelantado Ismael.

Tras recoger todo, nos ponemos en marcha hacia un camino complicado y resbaladizo por la lluvia (y algo de granizo), que nos deja alguna que otra caída para el recuerdo (alguno parecía que le había cogido gusto a revolcarse en el barro).


A mitad de camino, Vidal, sin planearlo, nos hace una demostración de lo que es una navaja bien afilada en su dedo, pero para nuestra suerte, María siempre va bien preparada con su botiquín.

Después de horas lloviendo, por fin parece que para un poco, momento que nuestro mayoral aprovecha y nos sorprende con una pequeña hoguerita, ¡que gusto da calentarse las manos con este frío!.

Poco más tarde nos esperan nuestras hateras con Urbano, el toldo sacado y la comida en la mesa. Con el postre llegan visitas, la familia de Blanca, que nos alegran el momento final con un riquísimo chocolate caliente y unas tortas de manteca.

Con la barriga ya llena, es el momento de partir, pero esta vez por caminos separados. Nos despedimos de Vidal, Ismael y Urbano, tres grandes personas que tanto nos han enseñado y tan buenos momentos nos han dado en solo unos días, y como en una película nos quedamos mirando hacia el horizonte diciendo adiós, mientras el rebaño continúa la vereda.

¡Todos a las furgonetas! Toca volver a Zaragoza. El cansancio se nota, ya que alguno no tiene tiempo ni de darse cuenta que la ventufurgo sin ventunilla tiene la capacidad de convertirse en ventucóptero al alcanzar los 80 km/h. 

Autores: Blanca de la Hoz, Arrate Carro, Alba Sáez, Jose Antonio Ventura, Paula Otero, Héctor Ruiz, Patricia Pascual,  Jaime Aranda, Nuria Traver y María Serrano
Profesor acompañante: Felisa Martínez

martes, 27 de noviembre de 2018

Día 4 de noviembre de 2018 - "Llegada a Las Majadas"

Ya es día 4, ¡qué rápido se estaban pasando los días!. La noche había sido fría y la escarcha cubría las cremalleras de las tiendas. El día comenzó con sonoros rebuznos de nuestro amigo Problemas… ¡¡¡a las 6 y media de la mañana!!!, Urbano había sido el más madrugador, y cuando todos corrimos a la hoguera a calentarnos, el ya estaba ocupando su silla.

Estábamos contentos y deseando comenzar el día, ya que Vidal nos había contado que el recorrido de hoy era de los mejores, tanto para el rebaño, por la comida y los abrevaderos, como para nosotros por el paisaje. Estaba haciendo un muy buen tiempo  y por fín se podía ver algo más que blanco en el suelo.



Esa mañana, Jaime, Paula y Ventura hacen de hateros, y aprovechan la espera de llegada del rebaño y el resto de integrantes del grupo para ponerse a recoger setas (setas de cardo según los saberes micólogos de Paula), pero ¿podíamos fiarnos de ella?. Urbano, parece dispuesto a echar al puchero todo lo que le diéramos, de modo que solo había tres opciones; o nos moríamos, o flipábamos en colores con la intoxicación o, como resultó ser al final, cogemos las setas que son, y vivimos para ver salir el sol un día más.

Todos disfrutamos de la mañana y tras el almuerzo, Marian, David, y Nuria se marcharon, no hubo epíforas esta vez, pero sin duda íbamos a echarlos de menos. Otra vez volvíamos a ser diez. Por la tarde, el sol seguía acompañándonos, y con su reflejo nos iba ayudando a encontrar las setas que iban a formar parte del rico caldero de la cena (viva la obsesión del día). 

Las hateras esa tarde fueron Alba, Patricia, Feli y Arrate, que junto con Urbano llegaron los primeros a las Majadas, y cerca de un refugio y de unas cuadras habitadas por cabras y caballos, montaron el campamento. Cuando nos asentamos ya en él, Urbano prepara una ensalada de tomate y un cocido espectacular con garbanzos, patatas, las setas recogidas por el camino y una sorpresa que no quiso desvelar… la descubririamos a medida que fuesemos comiendo... ¡eran callos! alguno los comió intencionadamente y con gusto, otros no se dieron ni cuenta, y otros los confundían con las setas. El hecho es, que realmente estaba buenísimo el caldero. 


Después de cenar, decidimos ir a tomar café al pueblo de las Majadas, dejando las tiendas desprotegidas para, según la policía, un hombre que se agazapa entre matojos al anochecer para robar cosas (¡¡que seguro todo!!). Afortunadamente no se repite nuestra mala suerte y volvemos encontrándonos todo donde lo dejamos. Los pastores se van a dormir pronto, y los demás nos quedamos dentro del refugio exprimiendo un poco más nuestra última noche en tal paraíso.

Finaliza nuestro penúltimo día, esa sería la última vez que haríamos noche.


Autores: Blanca de la Hoz, Arrate Carro, Alba Sáez, Jose Antonio Ventura, Paula Otero, Héctor Ruiz, Patricia Pascual,  Jaime Aranda, Nuria Traver y María Serrano
Profesor acompañante: Felisa Martínez

domingo, 25 de noviembre de 2018

Día 3 de noviembre de 2018 - "Los Chorros-La Loma de Almadillo"

Nos despertamos muy pronto y fuimos a desayunar. Por desgracia para según y qué personas alérgicas a los frutos secos, el desayuno consistía en pastas muy ricas y deliciosas que podían contener esas odiosas trazas que a cierta persona le llevaban por la calle de la amargura. Si bien, todos nos cargamos de energía y ganas, puesto que, según testimonios dados por nuestros camaradas pastores, el día de hoy iba a ser arduo, duro, fatigante y muy vertical (exageradamente vertical), para hacernos una idea. Por suerte para quienes no pudieron degustar tan señorial desayuno, las mujeres de los pastores, Jose y Juani, nos brindaron un segundo desayuno en ‘’los Chorros’’, un lujo a la altura ya de pocos funcionarios.

Allí decidimos, mediante el juego de las pajitas, quiénes debían conducir las camionetas. El destino quiso que fueran María y Feli, quien se despidió temiendo por su vida, ya que semejante mamotreto de vehículo daba pie a pensar que, en manos de un conductor poco experto, el destino del viaje terminaría por ser, de manera irrevocable, el fondo de un barranco o similares. Por suerte, las furgonetas iban como la seda y no hubo que sentir; y una además iba con aire acondicionado incluído, cortesía de nuestro amigo el ladrón de mochilas de la pasada tarde-noche.

Sin más demora nos pusimos a caminar, y tal y como nos advirtieron el día anterior, el camino fue muy oscilante, para arriba, para abajo y así sucesivamente (aunque principalmente para arriba). 

A la altura de un puentecito que cruzaba un riachuelo, justo antes de empezar a subir el repecho que nos llevaría al collado del aire (repecho más largo que un día sin pan, pero muy entretenido y bello), los pastores se despidieron de sus respectivas señoras, acontecimiento muy emotivo que hizo que cierta persona se pusiera mustia y empezase a padecer de una profusa epífora (quien sabe, igual se le metió algo en el ojo) aunque por orgullo supo disimular muy bien.


Subíamos siguiendo la estela dejada por las ovejas, que iban aplastando el hielo, haciéndolo más resbaladizo si cabe, lo que dio lugar a más caídas vergonzantes y bochornosas (a cada cuál más divertida que la anterior).

Vidal iba contándonos a la cola del rebaño gran cantidad de hechos y anécdotas relacionadas con la vereda, y cómo en aquellas travesías, entre montes y matojos, de vez en cuando surgía el amor entre visitantes que se apuntaban a compartir algún trecho del camino (es lo que tienen las situaciones tan intensas como estas, o el frío que te hace buscar el calor humano, o el estro de las ovejas que se contagia de vez en cuando… quién sabe, yo estaba en parada reproductiva y no olí nada raro en el ambiente, la verdad).

Por fin llegamos al collado del aire, aunque sorpresivamente de viento nada de nada, y es que pegaba una solana que nos hizo despojarnos de las capas de ropa de más. Allí, al igual que ayer, disfrutamos de un almuerzo cortado a navaja y de la bota Irene, porque sí, la bota tenía nombre, nombre que venía dado por el rico refranero de Vidal. 

Nos pusimos en camino rápidamente, en esta ocasión, los conductores que se enfrentarían a las pistas de tierra llenas de hielo, charcos y baches, serían Blanca y Ventura… No sabemos qué pasó o dejó de pasar, el caso es que al atardecer, ya en el campamento, Ventura nos dejó caer que él es un gran profesor en eso de dar clases magistrales de conducción. Arrate, Marian y el pequeño pero no tan pequeño David también fueron los hateros de esa tarde. David en un precioso acto de demostración de amor hacia nosotros, preparó unos sándwiches de nocilla para nuestra llegada, que en dos segundos fueron devorados por la mastina. Pero bueno, la intención es lo que cuenta.

Cuando nos instalamos en el nuevo campamento, se encendió una enorme hoguera con los troncos que Urbano cortaba de los árboles que, bajo su criterio, estaban muertos o pasándolo muy mal (Urbano y su motosierra hacen quedar a cualquier psychokiller a la altura de un niño de seis años armado con un cutter de esos de colegio que no cortan ni la mantequilla).


¿Saben del mito de que los pastores cocinan bien? Pues todo falso, cocinar bien es poco. Urbano tiene una mano excepcional para el puchero, y aquella noche cenamos como reyes y reinas bajo el techo más hermoso que nadie pudiera pintar, las estrellas.

Finalmente, con el cuerpo a tono tras un día maravilloso de mover ovejas y cabras de arriba a abajo y de abajo arriba, nos fuimos a dormir con un físico abatido pero revivido por una hoguera, una cena, y una gran compañía. Hacía un frío del carajo y los perros ladraban y oteaban en busca de rabosas, si bien muchos nos quedamos dormidos enseguida, a pierna suelta, esperando plácidamente el sonido del estruendoso despertador, llamado Problemas.

Autores: Blanca de la Hoz, Arrate Carro, Alba Sáez, Jose Antonio Ventura, Paula Otero, Héctor Ruiz, Patricia Pascual,  Jaime Aranda, Nuria Traver y María Serrano
Profesor acompañante: Felisa Martínez

viernes, 23 de noviembre de 2018

Día 2 de noviembre de 2018 - "Barranco del judío-Los Chorros"

¡Por fin comienza nuestra vereda! Parece que el tiempo hoy nos acompaña más que estos últimos días (aunque no demasiado) y vamos a poder subir a por las ovejas.

Abandonamos la asociación pronto para reunirnos con los pastores. Todo está precioso lleno de nieve, las ovejas no tendrán problema para abrevar. Pronto empezarán las frecuentes caídas, y resbalones que nos acompañarán durante el resto del día y darán el toque de adrenalina a la caminata. Nos cruzamos con varios coches que se asombran cuando Vidal e Ismael les cuentan que llevan más de 3000 ovejas y un burro a su cargo.

Disfrutamos de nuestro primer almuerzo con los pastores, al que se nos unen unos turistas cántabros que casualmente pasan por allí y nos dan cerveza y queso. Todos sabemos que lo bueno compartido sabe mejor y, desde luego, lo comprobamos. 


Cuando retomamos el camino, algunas ovejas se sienten rebeldes y deciden saltar el quitamiedos de la carretera, por lo que a Vidal no le queda otro remedio que ir a buscarlas. Héctor le ayuda mientras los demás nos ocupamos de encarrilar a las ovejas escaladoras que han subido por la montaña. Una vez controlada la situación y con los nervios más calmados nos disponemos a bajar el “Barranco del judío” temiéndonos lo peor. Si ya ha habido suficientes caídas a lo largo del día, no queremos imaginar cómo será bajar ese desnivel. Afortunadamente es más sencillo de lo que pensamos y pronto llegamos a “Los Chorros”, donde las ovejas pasarán la noche. 



Al llegar, Nuria y Marian nos cuentan que ha habido un percance: alguien ha roto la ventanilla de una de las furgonetas y se ha llevado un par de mochilas. Como somos gente positiva, nos consolamos al pensar que, por lo menos, no había nada demasiado importante y disfrutamos de la puesta de sol mientras esperamos a que vuelvan a recogernos. 

Para recompensar nuestro esfuerzo y amenizar las penas, volvemos al Teleclub a por unas cervezas y algo para cenar. También entramos en calor con un poco de caldo con tropezones que nos ha preparado Guadalupe (riquíiiiisimo). Volvemos a la asociación, esta noche será la última que durmamos bajo techo. Para no perder las buenas costumbres jugamos unas cuantas partidas a “Pueblo Duerme” antes de ir a descansar.


Autores: Blanca de la Hoz, Arrate Carro, Alba Sáez, Jose Antonio Ventura, Paula Otero, Héctor Ruiz, Patricia Pascual,  Jaime Aranda, Nuria Traver y María Serrano

Profesor acompañante: Felisa Martínez

jueves, 22 de noviembre de 2018

Día 1 de noviembre de 2018 - "Guadalaviar - Calomarde"

El Día de Todos los Santos comenzó para todos nosotros a las seis de la mañana. A pesar del frío y la hora, era uno de esos días en los que no te importa salir de la cama, o del saco, en nuestro caso.  El pueblo seguía nevado y nos fuimos a desayunar al Casa Martina. Tras un desayuno que era más para 30 personas que para los 14 que estábamos, nos dicen que hoy tampoco podrán bajar las ovejas ya que la nieve les llega por la cintura. Nos quedamos un poco chafados y sin saber qué hacer, para pasar el chasco, fuimos al TeleClub a ver qué se nos ocurría ya que, como todos sabemos, con unas cervezas se piensa mejor. 

Aprovechando la bonita zona en la que estábamos y tras posar con los magníficos chubasqueros que nos habían regalado, nos fuimos hasta Calomarde para hacer una excursión por unas pasarelas sobre el río. Tras la ruta, fuimos a visitar el pueblo de Frías y su bar.



A la vuelta a Guadalaviar hacemos nuestra primera comida juntos y nuestra primera sobremesa con pacharán, crema de orujo, canciones acompañadas por la guitarra de Jaime y el que sería nuestro juego durante los próximos días: “Pueblo duerme”. Tras estos buenos momentos, vamos al museo de la Trashumancia  donde nos recibe Humi, la hermana de Vidal e Ismael, y nos explica cómo es la vida de los trashumantes, vida que a ella le ha tocado vivir. Además, hace especial hincapié en que la trashumancia es un estilo de vida y que lo que nosotros vamos a tener la suerte de realizar es un tramo de la vereda.

Tras este lúdico día, decidimos volver a nuestro lugar de reunión, el TeleClub, y beber unas cervezas (todo con fines de unir más el grupo y como actividad de convivencia). Fuimos a cenar a la asociación y después de otra sobremesa y unas cuantas partidas de nuestro nuevo juego de grupo, decidimos irnos a dormir. Remarcar aquí que para seguir aclimatándonos a la vida rural, uno de nuestros maravillosos compañeros y sin embargo amigo, comenzó, tras los cinco primeros segundos de oscuridad, a realizar un suave y armonioso sonido que se asemejaba a un tractor a punto de griparse. 

Autores: Blanca de la Hoz, Arrate Carro, Alba Sáez, Jose Antonio Ventura, Paula Otero, Héctor Ruiz, Patricia Pascual,  Jaime Aranda, Nuria Traver y María Serrano
Profesor acompañante: Felisa Martínez

martes, 20 de noviembre de 2018

Día 31 de octubre de 2018 "Zaragoza - Guadalaviar"

Es día 31 de octubre y como todos los años, la Merino de los Montes Universales tendría que iniciar su ruta en busca de alimento y tierras más cálidas desde Guadalaviar (Teruel) hasta Vilches (Jaén). La nieve hace que la salida se retrase, por lo que el rebaño pasa una noche más en puerto.

Son las cuatro de la tarde y partimos desde la Facultad de Veterinaria. Somos diez, todos diferentes, pero ya unidos por los nervios y las ganas que durante estos días habíamos compartido.


Paramos un par de veces durante el recorrido pendientes de que la máquina quitanieves nos facilitara el acceso. Por fin tras cuatro largas horas de trayecto conseguimos llegar a nuestro destino, donde nos recibió Nuria, que en poco rato se convirtió en una más de nosotros.

Una vez instalados en la asociación donde los amables vecinos de Guadalaviar nos habían permitido pasar la noche, acudimos al Teleclub, un bar del pueblo donde cenamos en compañía de Vidal, Ismael y familia. En la cena pasamos un rato agradable, pero a la vez se podía respirar la preocupación que se cernía sobre los pastores por el temporal de los últimos días. ¡Qué duro y qué difícil tiene que ser que tu trabajo y tu vida dependan de algo que no puedes controlar!

Aún con toda esta situación conseguían mostrarnos su mejor sonrisa, y nos acogieron con cariño. En este momento ya éramos trece, ya que Marian y su hijo David se habían unido al grupo. Todos nos fuimos a dormir expectantes por saber qué ocurriría mañana: ¿pasaríamos una noche más bajo techo?



Autores: Blanca de la Hoz, Arrate Carro, Alba Sáez, Jose Antonio Ventura, Paula Otero, Héctor Ruiz, Patricia Pascual,  Jaime Aranda, Nuria Traver y María Serrano
Profesor acompañante: Felisa Martínez