Tras una noche especialmente fría, sacudimos la escarcha de nuestras tiendas y emprendemos rumbo. Por fin dejamos atrás la incómoda vereda de 20 metros de anchura y podemos observar perfectamente el tramo del camino en el que vuelve a su anchura correcta, 75 m. Lo hemos comprobado con nuestros propios pasos.
La mañana de hoy, a pesar de constar de un paisaje típicamente manchego que llamaba bastante la atención, ha sido una de las más duras a nivel de climatología. El frío no era demasiado fuerte, pero el viento era incesable y golpeaba nuestros cuerpos sin descanso.
Las ovejas estaban tranquilas pastando, por lo que para ellas la mañana podría considerarse tranquila y exitosa, pero nosotros tuvimos que ir haciendo pequeñas pausas al sol para reponer fuerzas. Tras incontables colinas y ráfagas de viento que amenazaban con despegarnos del suelo, por fin divisamos a los hateros al fondo esperando con el almuerzo recién hecho.
Intentando que la comida no volara de nuestras manos y haciendo mucho esfuerzo por dirigir el chorro con efecto de la bota, nos comimos lo que tocaba (en este caso unas deliciosas tortillas caseras traídas muy amablemente por una vecina) y volvimos al camino, que lo reemprendemos con un vendaval aun mayor, que levantaba una gran polvareda que ha cubierto tanto nuestras caras como nuestra ropa de arena caliza.
A pesar de que el recorrido era el más corto hasta ahora, nos hemos dedicado a zigzaguear para poder aprovechar todo el rastrojo posible y que las ovejas pudieran comer en condiciones. Una vez abandonada la planicie, llegamos a un río para que los animales pudieran saciar su sed, pero al intentar que lo cruzaran tan solo un tercio consiguió llegar al otro lado, puesto que las demás se negaban rotundamente a meterse en el agua sabiendo de antemano que había un camino seco por el que cruzar... (los pastores querían que atravesaran para que bebieran).
Cuando se cortaron de pasar, incluso tras el arduo esfuerzo tanto de los pastores como de los perros, solo los machos cruzaron, pero ahí quedo la cosa. Finalmente nos rendimos y cruzaron por el puente ante nuestra impotencia.
Nota hateros: A ritmo de reggaeton lento hemos montado el campamento. Esta tarde tuvimos que ingeniárnoslas para, en previsión de una noche de fuerte actividad y conversación, alejar las tiendas un poco de la hoguera para no molestar a las personas con sueño ligero. Tras una intensa construcción, apareció por el horizonte un rebaño de ovejas muy curiosas, pues eran raza manchega negra, muy raro de ver. Estuvimos hablando con el pastor que las llevaba, pues era un rumano muy simpático que nos contó cosas sobre su explotación (ecológica y semi-extensiva, de leche). Además, nos hizo una demostración del poco caso que le hacía su perro pastor Yako, aunque a las ovejas sí que las llevaba muy bien.
Autores: Adrián Arroyo, Oihane Jauregui, Adrián López, Sergio López, Mar Martínez, Julia Plaza y Ana Rodríguez
Profesores acompañantes: Delia Lacasta y Emilio Magallón
Profesores acompañantes: Delia Lacasta y Emilio Magallón
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