Después de superar la primera noche con banda sonora de fondo, compuesta de ronquidos mixtos, peleas de perros, cascabeles de burro y flatulencias inolvidables que te perseguirán siempre. Noche fría, pero soportable, que se mitigó gracias al café caliente en dos rondas, y a las magdalenas.
Tras reponer fuerzas, emprendimos la marcha: primero seguimos un tramo de carretera con buena anchura, seguido de un largo tramo de rastrojera de cereal en el que la vereda se estrecha a tan solo 20 metros de ancho (cuando debería tener 75m). En ese momento nuestras queridas ovejitas decidieron pasar de nosotros, dedicándose a comer lo que les placía y desperdigándose a lo largo y ancho de la rastrojera. En ese momento avistamos a lo lejos lo que parecía ser unas 10 ovejas descarriadas, según se fueron acercando comenzaron a aparecer más y más ovinos de la nada como si se estuviesen multiplicando por arte de magia, después de mucho discurrir llegamos a la conclusión de que sin la ayuda de Vidal habríamos llegado al final de la semana con más de dos tercios del rebaño desaparecido en combate.
Después de haber recorrido todos estos campos que atraviesa la vereda, hemos llegado a un arroyo seco en el que el pobre ganado no ha podido saciar su sed. Este hecho, sumado a que nos tocaba emprender una subida larga y sin apenas comida a través de un pinar que acababa en un barranco, ha hecho que nos haya costado mucho mover a los animales a la hora de emprender la subida desde el arroyo. La vereda seguía siendo de 20 metros de anchura en este tramo.
Una vez atravesado el pinar y su barranco final con gran esfuerzo y tras cruzar un campo sembrado, intentando no pisarlo mucho, hemos llegado a un arroyo que las ovejas cruzaban como si fueran ñus cruzando el Serengueti. Nos han faltado solo los cocodrilos. Ha sido un paso espectacular de ver. Una vez cruzado el arroyo, llegamos a donde los hateros nos estaban esperando.
NOTA HATEROS: Cuando por fin mi compañera encontró la marcha atrás de la furgoneta (Mar), conseguimos abandonar el campamento para ir en busca de agua. Tras esto fuimos a reponer provisiones a un pintoresco pueblo de aproximadamente 6 habitantes donde la mitad de la población seguía durmiendo, incluido el panadero del que dependía el triunfo de nuestra misión. Mientras nuestros compañeros se entretenían buscando ovejas pérdidas, nosotros disfrutábamos de un delicioso café en un caluroso local. Finalmente nos dirigimos al punto de encuentro para preparar el campamento y hacer la comida. Mientras esperábamos al resto hicimos el descubrimiento del viaje: un ático con vistas al monte en el techo de nuestra furgoneta.
Después de comer, seguimos subiendo por pinar con la vereda igual de estrecha, y tras cruzar unos barbechos, cruzamos la carretera con la ayuda de nuestros hateros que nos habían cortado el tráfico. Tras cruzarla, la vereda ensanchaba en abundancia y llegamos a otro tramo de rastrojeras, en el que tuvimos que parar, porque había otro rebaño de la zona pastando. Gracias a la ayuda de los perros no tuvimos mayor problema. Nos volvió a costar moverlas porque se dispersaban mucho a lo largo de los campos, en busca de la ricia (espigas altas) y cordoncillo, y con suerte algo de grano. En esta zona, en lo alto de una loma, vimos una pelea a cabezazos entre varios mardanos que no se resolvió hasta que Vidal echó a los perros. Para acabar la jornada recorrimos un encinar que también nos retrasó un poco, tras esto nos encontramos con el resto.
La noche cósmica del día anterior pasó factura al grupo, tras unos garbanzos y otra buena ensalada de tomate, poco tardamos en irnos a nuestros iglús.
NOTA HATEROS: Después de cortar la carretera para nuestros compañeros y el rebaño, cual guardia civil, y tras una hora para descubrir cómo funcionaba la radio de la furgoneta, emprendimos el camino hacia lo que sería el campamento de la noche. Tras perdernos varias veces, estando justo al lado de nuestro destino, llegamos a la zona de encuentro.
Autores: Adrián Arroyo, Oihane Jauregui, Adrián López, Sergio López, Mar Martínez, Julia Plaza y Ana Rodríguez
Profesores acompañantes: Delia Lacasta y Emilio Magallón
Profesores acompañantes: Delia Lacasta y Emilio Magallón
No hay comentarios:
Publicar un comentario