Al salir del saco la niebla nos dió los buenos días, y el café estuvo más solicitado que nunca, ya que la jornada que nos esperaba iba a ser demoledora.
Comenzamos con 5 los mandamientos del pastor:
1. Comerte el mejor cordero.
2. Comerte con las ovejas todo lo del mundo entero.
3. Saber comer sopas en el caldero (cucharada y paso atrás).
4. Comer después de harto.
5. No dar la verdad ni a Cristo.
Y al pastor nunca se le puede olvidar: ni la merienda por alto ni la manta por raso (Mandamiento adicional). En la vida de un hombre hay dos cosas que nunca hay que olvidar: la cojera de perro y el llanto de mujer.
Estábamos en un rebollar cuando de pronto un golpe nos pareció escuchar. Tras un chaparro (encina), nos encontramos con una violenta pelea entre carneros, uno de ellos con una potente cornamenta. Tras un par de topetazos, apareció Margarita (perra de Vidal) que logró poner paz.
Llegamos a almorzar al sitio donde deberíamos haber empezado nuestra vereda, ya que por las fuertes nevadas en el punto de partida (Guadalaviar) se tuvo que retrasar la salida.
Nota de hateras de la mañana (Ane y Estel): Conseguimos sacar las furgonetas de dónde habíamos acampado (gracias a Antonio y su capacidad para conducir por zonas imposibles) y nos dirigimos a un pueblecito donde Urbano compró todo lo necesario para comer y cenar ese día y nosotras recargamos botellas de alcohol que ya empezaban a escasear. Nos dirigimos a una zona llana cerca de un río donde montamos la mesa para comer.
La tarde se nos hizo cuesta arriba (nunca mejor dicho). Las ovejas anduvieron a sus anchas poniendo a prueba los gritos de indio apache de Vidal: aleheee, ui ahi, hale hale… Más de una desafió sus ordenes lo que obligó a Lucas a perseguirlas hasta el fin del mundo.
Una vez en el campamento, la cena fue complicada. Vivimos el diluvio universal en cuerpo y alma y repusimos las energías como pudimos debajo de la carpa. Pero lo más duro de la tarde estaba a punto de llegar.
Nota de hatero de la tarde (David): Tras una buena comilona, el rebaño partió rumbo al final de la etapa. Urbano, Antonio y yo paramos en un puente para ver unas vistas espectaculares del rebaño a su paso por la cañada. En este punto Ismael se encontró una culebra muerta y dada mi gusto por los reptiles, ya tuve juguete para toda la tarde. Cogí la culebra y me puse a dar sustos a todos mis compañeros, Ane fue la principal perjudicada. Tras esta breve parada, nos montamos en las furgonetas y subimos un puerto con gran desnivel pensando en la tarde que les esperaba a los que la subían a pie. Ya en el campamento base, Urbano cogió su “motosierro” y preparamos la hoguera. Empezó a llover, pero Antonio le echó pitera y prendió fuego a la hoguera.
Autores: Antonio Romero, Mireia Aldaya, Luis Oliva, Estel Clopes, David Forcano, Ane Martín, Irene Crespo, Lucas Grasa, Andres Yzuel, Urbano, Ismael y Vidal
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