Despertamos con una gran helada, así que nos apresuramos en prepararnos para acercarnos al calor de la hoguera. Con un sentimiento de tristeza por la despedida, decidimos acompañar a los pastores hasta media mañana. Avistando ya a nuestros hateros, Vidal nos gasta la última broma, nos exige descalzarnos para cruzar una enorme charca que invadía el camino. Cuando ya nos estábamos desatando los cordones, Vidal, entre risas, nos enseña un camino alternativo en perfectas condiciones.
Tras la triste despedida con cada uno de los pastores, vamos al pueblo para comprar la comida y allí recibimos una gran dosis de cruda realidad al enterarnos de la situación de terrorismo en París. Esto nos hace tener menos ganas de volver a la sociedad que teníamos algo olvidada.
Emprendemos el viaje de cuatro horas y media de vuelta en coche y aprovechamos para recordar las mejores anécdotas y las experiencias personales de cada uno.
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