viernes, 1 de febrero de 2019

Día 15 de noviembre de 2018 - "Las Pedroñeras-Socuéllamos”


Como todas las mañanas, Emilio nos despierta entre suspiros, casi ya más bien gritos, y algún que otro cántico. Tras el buen desayuno de todos los días, y que algunas de nosotras afianzáramos un poco más nuestra relación con las careas de Ismael y Vidal, el grupo echó a andar rodeando Las Pedroñeras (¡Capital del Ajo!).


Nada más salir del campamento, encontramos unas enormes vasijas de vino en las que ponía, también en letras bien grandes, “Casa el Cristo”. Entre otros comentarios, Vidal nos cuenta, algo indignado, que muchos de los campos tan enormes de ajo que nos rodean a lo largo de la jornada no respetan los márgenes de la vereda, que deberían ser de 90 varas de ancho. A medida que va avanzando la mañana, Diego, el Lisensiado Arroyave, nos abre su corazón y nos habla de su país, Colombia. Nosotras, todo oídos, escuchamos sus relatos y anécdotas. Nos explica lo difícil de la situación política y social que ha vivido el país, la fuerza del narcotráfico, que consiguió comprar a la policía y los altos cargos, y lo duro que era para él y su familia afrontarlo diariamente (No todo iban a ser risas y cánticos). 

Al mismo tiempo, Pedro y Amaia se encargaron de realizar el papel de hateros, acompañando a Urbano en sus tareas diarias por los pueblos cercanos del camino. Una de éstas consistió en acercarse a una ferretería con un camping-gas y su pieza, que no parecía funcionar correctamente, y nadie querría quedarse sin las increíbles gachas que se prepararían después con él. Como tarea especial, y aprovechando para aprovisionarse de otra garrafa de orujo, Pedro, decidido a celebrar su cumpleaños como nunca antes entre los compañeros y compañeras de la trashumancia, y acompañado por Amaia, no escatimó en tartas, cava y golosinas para el que sería el postre de aquella noche. Parece que, en ese momento, cegados por la ilusión, se les olvidaba que ninguna comida de los pastores deja hueco en el estómago... Pero, en fin, ya sabéis. Del pastor, el mandamiento cuarto: “Come después de harto”.

Para comer, gachas, y ante la sorpresa de las inexpertas en cuanto a comidas de pastores, ¡estaban riquísimas! (como todo lo que nos preparaba con tanto cariño el tío Domingo).

Una vez recuperadas las fuerzas, abordamos la tarde, un poco más nublada de lo normal, pero con las mismas ganas. Siguiendo la costumbre, fuimos picoteando uvas por el camino, y a este tentempié se le unieron los pistachos crudos recién cogidos del árbol. Esto causó tanto alboroto entre algunas de las caminantes que acabó por producirse el segundo percance: Carmen es lesionada, con mucho amor, por Lidia, la cual jugaba con el bastón de mayorala sin ser muy consciente de su entorno y acabó metiéndoselo en el ojo. 

Cada vez más nos acercamos a Socuéllamos, pueblo de referencia en nuestra etapa, el cual, contado por Vidal, parece no acabar nunca, pues se tarda tres jornadas en rodearlo y dejarlo atrás. Para nuestra sorpresa, al llegar a este punto aparece una lanuda rezagada, la cual había perdido a su grupo el segundo día y que había sido rescatada por nuestros amigos trashumantes que andaban detrás nuestra (¡De nuevo sana y salva con su rebaño!).

Poco a poco va bajando el sol, y tras cruzar un puentecito que salva un río del que abrevan las ovejas, llegamos a nuestro penúltimo campamento. Poco sabíamos de la sorpresa que nos habían preparado Pedro y Amaia y de lo especial que sería la noche. Mientras nuestros queridos pastores se dan una ducha en el pueblo, nosotras esperamos pacientes a la hoguera y la cena que tanto nos calientan el cuerpo, por fuera y por dentro, y qué mejor para pasar la espera que hacer una sesión de peluquería, ¡trenzas para todas!

Llega la cena, tan rica como siempre, seguida de la gran celebración: Pedro, rebautizado como Peter Lamb, cumplía años y quería celebrarlo por todo lo alto. Nos invitó a cava, sidra para Urbano y un gran surtido de tartas, hasta una especial para Clarita, apta para celíacos. A la celebración se unen por última vez nuestros compañeros trashumantes, ya que al día siguiente nuestros caminos se separarían. Todos estaban encantados con las tartas, especialmente el Tío Domingo, que cogía tarta de chocolate entre risas “Je je je ¡Esto está riquísiiiimo!” decía. Todos nos animamos a comer y beber, hasta que acabamos trasladando la fiesta a la hoguera. A ella acudieron una pareja de paisanos de nuestros pastores, los cuales, muy animados ellos, se arrancaron a cantar una bonita canción de Guadalaviar. A ésta le siguen las ya clásicas. Los pastores e invitados se van retirando, hasta que quedamos los valientes y por fin llega el esperado momento del que Emilio tanto nos había hablado: los astros se habían alineado y era el momento perfecto para hacer una de sus ya famosas Ruedas cósmicas. La noche acabó con ese especial intercambio de energías y un interesante debate sobre el consumo de ovino en el país. 

¡Buenas noches!

Autores: Clara Burillo, Andrea Menjón, Esther Mora, Mayte Ortiz, Lidia Regaño, Amaia Torre, Mariela Subirán y Carmen Ceresuela
Profesores acompañantes: Jose Luis Olleta, Emilio Magallón y Diego Arroyave

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