Por fin y tras algunos cambios, llegó
el día de salida en el que comenzaría nuestra aventura y que esperábamos con
muchas ganas. Tras conseguir disponer todas nuestras cosas en las furgonetas y
decorarlas, Héctor y Huerto los conducen hacia Guadalaviar, el pueblo en el que
viven los pastores durante la primavera - verano, con los que compartiríamos el
camino en esta primera semana.
Hicimos una parada técnica en Santa
Eulalia para tomar un cafecito y un pincho, y en este punto nos empezamos a
encontrar con más gente de trashumancias anteriores, que, cómo no, no podían
perderse la oportunidad de volver a visitar a los pastores y vivir esta experiencia.
Tras un animado viaje, pudimos
encontrarnos con los pastores en el punto del camino en el que se encontraban. Se
presentaron con las nuevas incorporaciones y los trashumantes de años
anteriores tuvieron un encuentro especialmente alegre con ellos. Tras esto,
seguimos nuestro camino con las furgonetas un poco más adelante donde
aprovechamos a comer mientras esperábamos a que los pastores avanzasen un poco.
Hasta este momento el día estaba bastante feo y definitivamente se echó a
llover, había que vernos bajo las puertas de los maleteros de las furgonetas
tratando de comer.
Leti y Olleta se fueron como hateros durante la
tarde.
La lluvia no nos daba tregua pero
seguimos con nuestro camino, pasando por el famoso barranco de los judíos, que
fue la zona más complicada del mismo. Mientras hablábamos, entre otras cosas,
estuvimos aprendiendo sobre diferenciales de enfermedades en el ovino como
buenos/as futuros/as veterinarios y veterinarias que somos. Finalmente, llegamos
a “Los Chorros”, donde dejamos al rebaño y nos movimos a Guadalaviar, donde nos
alojaríamos esa noche.
Al llegar a Guadalaviar, hicimos una
muy interesante visita al Museo de la Trashumancia, y aprendimos mucho de su
historia. Después nos reunimos mucha gente, visitantes incluidos, y estuvimos
pasando la tarde en el bar del pueblo y a la noche fuimos todos juntos a cenar
a un restaurante donde todo estaba riquísimo. Después de esto, nos quedamos un
rato más en el bar y fuimos a dormir a la asociación cultural relativamente
pronto, pues nos esperaba un buen madrugón. Nuestra compañera María hacía unos
silbiditos muy curiosos al dormir.
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