El sábado
amanecimos con un tiempo más bien fresco, pero sin lluvia. Todos estábamos
contentos, la tormenta había pasado y dejaba paso a otra estupenda jornada.
Durante la mañana, el acontecimiento más reseñable fue, sin duda, el parto de
una cabra. No estaba previsto que ninguno de los animales pariera hasta el día
1 de diciembre, pero esta se adelantó y parió una pequeña chotilla prematura,
pero con muchas ganas de vivir. Sin embargo, la madre no la quiso y siguió
andando, detrás del rebaño. Además, la cabra no tenía calostro, por lo que a
pesar de los esfuerzos por conseguir un poco y encalostrar a la pequeña, su
supervivencia se antojaba complicada. No obstante, Diego no estaba dispuesto a
rendirse y fue a Torrenueva en busca de algo que darle de comer. Aquellos dos
próximos días, María y él fueron los nuevos papás de la pequeña, aunque,
desgraciadamente, nada se pudo hacer finalmente por ella (Fig. 5).
A mediodía, Urbano
nos preparó sus famosas gachas, una de las comidas más típicas de los pastores.
Todos esperábamos este momento con ansia, ya que todos nuestros compañeros nos
habían hablado maravillas de ellas. Urbano no defraudó una vez más y sus gachas
estuvieron a la altura de todas nuestras expectativas.
Tras la hora de
comer, nos despedimos de Pedro Cordero y Carmen, que ya iniciaban su ruta de
vuelta hacia Madrid. 24 horas, breve pero intenso, eso seguro. Les deseamos un
buen viaje de vuelta y nosotros seguimos con nuestro camino.
A media tarde,
paramos en el Pozo del Cura. Tras las lluvias de estos días de atrás, el agua
no parecía muy clara… Pero Vidal consiguió sacar algo de agua del fondo, donde
tenía mejor color, para que todos pudiéramos decir que habíamos bebido agua del Pozo
del Cura. Seguimos caminando y cerca del final de la etapa, por fin vimos el
enorme cartel que anunciaba nuestra entrada en Andalucía. ¡¡Bien!! Nos vamos
acercando poco a poco a nuestro destino y, sobre todo los pastores, lo
agradecen. Vidal nos reconoció que empezaba a estar cansado y que tenía muchas
ganas de volver a ver a su familia. Con el de hoy, ya van 22 días de vereda.
Una vereda dura, pero gratificante. Nos tocó lluvia, sí, pero esto también
permitió que las ovejas tuvieran mucho para comer a lo largo de todo el camino
y los pastores estaban visiblemente contentos con ello. Cuidan de su rebaño con
mimo y verlas comer tanto y tan bien los hace felices (Fig. 6).
“Leire: Qué, ¿qué
tal esta etapa Juan Vicente?
JV: Muy bien, muy
bien. Las ovejas han comido mucho y eso es lo que más feliz me hace a mí, el
verlas comer tan a gusto.”
Por fin llegamos al
campamento, Urbano ya tiene la lumbre preparada. Estábamos todos cansados, pero
muy felices.
“- Hoy sí que estamos
bien“ nos alegramos de la ausencia de precipitaciones del día, a lo que Vidal
responde:
-”Ayer también
estábamos bien, aunque lloviera. Cada día toca lo que toca.”
Una vez más, nos
llevamos una lección. Cada día con ellos es un aprendizaje. Cada día es momento
de reflexiones, de meditar y darnos cuenta de qué es lo verdaderamente
importante. Llevamos una semana totalmente desconectados de nuestros teléfonos,
y no hemos dejado de aprender ni un solo día. No es necesario buscar nada en
Google, el conocimiento del resto es suficiente para enriquecer el nuestro
propio. Los pastores no se cansan de repetirnos grupo tras grupo sus refranes,
poemas y acertijos. Y nosotros, por nuestra parte, jamás nos cansaríamos de
escucharlos a todos ellos, una y otra vez.
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