El
domingo nos levantamos como de costumbre, con mucha ilusión pero ya nos
recorría por el cuerpo la tristeza de saber que era la última mañana que nos
despertamos allí. Para hacer la mañana un poco más amena, decidimos poner a
prueba nuestras habilidades para recoger las tiendas con una carrera por parejas.
Cuando ya estaba todo recogido, cargamos las furgonetas y recogimos el camino.
Las
despedidas son preciosas, pero también duras. Siempre se escapa alguna que otra
lágrima de los alumnos y de los pastores. Unos prefieren evitarlas mientras que
otros se dan abrazos eternos de los que no queremos que acaben. Sentimientos
encontrados de cariño, recuerdos de toda la semana y de otros años, pero sobre todo de querer volver a encontrarnos en un futuro cercano.
Ellos empezarán al día siguiente con un grupo nuevo y con las mismas ganas y alegría, pero nos confiesan que esa noche que están solos no es lo mismo, se huele la tristeza, el descanso y la paz, por lo que siempre se van a dormir pronto para coger fuerzas.
La vuelta a Zaragoza fue según lo planeado. Algunos durmieron, aprovechando para descansar después de estos días tan intensos, otros dieron conversación a las conductoras para hacer más llevadero el camino. A la llegada, nos estaban esperando los compañeros del siguiente turno y algunos amigos más para dejar todo listo para el día siguiente, cuando ellos se unirían a los pastores y seguirían con la vereda.
Vivir
esta experiencia nos llena de una sensación única e inexplicable, nos une con
la naturaleza, con los compañeros, con los profesores y con los pastores y
amigos que les acompañan. Estamos muy agradecidas de poder haber tenido esta
oportunidad, de haber podido compartir estos días con los pastores y de todos
los conocimientos que hemos adquirido. Sin duda esta experiencia es de las que
no se olvidan, sobre todo por las personas con las que hemos tenido la gran
suerte de coincidir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario