Nos hemos despertado con una capa de hielo, pero esta noche ni eso nos ha impedido dormir como lirones a todos, incluido los pastores. Con ganas de empezar nuestro penúltimo día fuimos directas a tomar el café al lado de la lumbre, con la sorpresa de no poder abrir las cafeteras porque al lavarlas el día anterior mezclamos las piezas, desconociendo que eran diferentes, pero ahí estaban Vidal e Ismael, tan mañosos como fuertes para abrirlas mientras nos daba la lección que él siempre lleva a cabo en la vereda: las cosas ordenadas y metódicas no nos dan problemas.
Después de replegar el campamento fuimos hacia la ermita de San Isidro labrador y ahí nuestro hatero tocó las campanas casi a modo de concierto, porque como el mismo nos dijo, ya había tenido práctica como monaguillo en ese menester.
Ahí nos esperaba una grata sorpresa. Una de las tradiciones culinarias pastoriles más conocidas de la zona. Unas gachas de almorta con tropezones que estaban riquísimas, como todo lo que Vidal nos prepara siempre. Además, las comimos bajo un sol nada típico de este mes de Noviembre.
Nada más partir hacia la Sierra del Hocino con el rebaño, los hateros aprovecharon para recoger leña donde habíamos comido y Vidal los premió invitándoles a un cálido café en Villar de la Encina.
Mientras tanto, en el camino, Leandro, que es un artista, hizo una pleita de esparto que íbamos recogiendo mientras las ovejas avanzaban lentamente comiendo los rastrojos. Ese día fue muy de adivinanzas, e incluso alguna se tuvo que quebrar la cabeza recordando las matemáticas de primaria y las ecuaciones de primer y segundo grado.
Casi al final del día llegamos a un punto único, al Molino Blanco, un molino restaurado sobre el río Záncara en plena ruta de Don Quijote, donde las ovejas aprovecharon para beber agua.
Llegamos a nuestro destino del día tras haber andado con vistas al Castillo durante casi toda la tarde. Allí los hateros tenían las tiendas preparadas para dormir y estaban preparando la ensalada y unas riquísimas alubias para cenar. Después de cenar, como todos los días, nos reunimos todos alrededor de la lumbre donde Vidal nos contó el Romance de la Loba Parda y Celia cantó Caballo prieto azabache con su preciosa voz dejando a todos con los pelos de punta y dando pie a seguir cantando todos juntos unas cuantas canciones más.
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