El último día de vereda empezó con una gran helada, y prosiguió como los otros, desayunando y tomando café. Esta vez no tuvimos ningún problema con las cafeteras. A sabiendas que era nuestro último día lo intentamos aprovechar al máximo con alegría y buenas conversaciones. Sobra decir que aprendimos muchas cosas como venía siendo habitual en las jornadas previas. Al llegar a Rada de Haro comimos lo que Vidal denominó como "comida de pobres": un revuelto buenísimo con tomate y cebolla; que acompañamos de embutido y queso. Y mucho pan. No nos podíamos creer que el turno hubiera terminado ya, tan pronto y con tantas ganas de seguir ayudando en lo que podíamos y compartir su rutina durante la vereda. Llegó el momento de la última foto y cogimos para ella al burro y a algún perro, que tan protagonistas habían sido de nuestra experiencia.
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