Nos despertamos en torno a las siete un día más, pero hoy el frío ha pasado factura a nuestro cuerpo. Resulta que nos levantamos con las tiendas de campaña heladas, una temperatura de -5ºC y más temprano que ningún día, debido a la larga jornada que nos espera. En ella, pasamos por el cortijo de las Koplowitz (aristócratas y empresarias dueñas de El Corte Inglés) y vemos cómo el paisaje sigue cambiando, cada vez más poblado, con más vegetación. Andamos con prisa hasta llegar a Ruidera, donde todo el rebaño debe atravesar el pueblo. En ese momento ha surgido un imprevisto, porque un grupo de ovejas se ha separado del grupo al desviarse por un quitamiedos de la carretera y algunos de los perros y de los pastores han tenido que intervenir.
Los hateros mañaneros (Urko y Marina) han estado con Vidal en el pueblo, rellenando las garrafas de agua, comprando pan y la comida para la cena y recibiendo al ganado en su llegada. En resumidas cuentas, preparándolo todo para el resto de la jornada. E incluso han podido tomar un café y usar un baño (¡de los de verdad!).
Paramos a comer embutidos y otras cosas rápidas como enlatados en un bonito paraje al lado de la Laguna de Ruidera, donde se une a nosotros un vecino invitado. Al mismo tiempo que nosotros comemos, las ovejas descansan y un par nos sorprenden: una tiene un aborto de dos corderos y otra pare uno vivo, así que hay un poco de confusión al no saber quién de las dos es la madre, las dos lo cuidan pero nos fijamos en las mamas, que están repletas de leche para diferenciar a la del parto bueno. El recién nacido se queda en el remolque con los hateros, se marca a la madre con un cencerro y volvemos a ponernos en marcha, andando un poco más, antes de cambiar de hateros. Leandro y Pablo aprovechan este rato para montarse en el burro cuesta arriba (pobre Problemas).
Por la tarde vamos por un paisaje de tierra rojiza, encinas, romero y tomillo. Cruzamos la carretera con la ayuda de la Guardia Civil, pasando a una llanura muy extensa donde el rebaño se dispersa y pasta lentamente. Los pastores se quedan por delante (creemos que echándose una siesta), así que cuando tenemos que dejar atrás el rastrojo, Pablo, Urko, Marina, Teresa, Isa y Sandra, nos colocamos en línea, muy separados entre nosotros, conduciendo a las ovejas (creyéndonos pastores durante un rato). A todo esto, la mastina ha venido a que le rascásemos la barriga y nos ha querido un montón. Finalmente, llegamos al campamento, colocado hoy en otra extensión, con las tiendas en cuesta (aunque menos que ayer) y previsión de hielo, pero con menos frío, lo cual suponen una mejora considerable. Esta noche se sortea el colchón y, por suerte o por desgracia, les toca a los chicos. Nos acompaña un amigo guarda forestal de la localidad, nos cuenta datos interesantes sobre la zona y nos anima a que volvamos a Ruidera como visita al “Parque Natural y no como parque acuático” (que es lo que mucha gente opina sobre la Laguna). La cena corre esta noche a cuenta de Leandro, que prepara galianos y discute con Claudia sobre las recetas manchegas. A las 23:07 Pablo se cae lentamente de su silla, cerrando el día con muchas risas.
Los hateros de la tarde, en esta ocasión han sido 4: Claudia, Lilian, Marian y Paula, ya que el cambio se ha hecho más tarde y había menos tiempo para montar todo. Por el camino, cogen leña, montan las tiendas y la jaima. Leandro, por su parte, coloca la suya en lo alto de la colina, separada del resto porque no puede dormir con los ronquidos. Todas las tareas se amenizan por el eco de los campanos de las ovejas que se oyen en la lejanía.
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