La ruta de ese día corría desde la “Loma atravesá” hasta Las Majadas.
Nos despertamos de buena mañana con la dulce voz de Emilio y tras recoger el campamento nos fuimos a la etapa más larga de nuestro turno.
Las vistas de esa jornada eran increíbles, pasando entre valles muy verdes que, como había llovido los días anteriores, estaban surcados por pequeños riachuelos que atravesaban las praderas del fondo del valle. Durante este camino fuimos dándonos cuenta de los distintos hábitos que tienen las ovejas y cabras dentro del mismo rebaño. Por ejemplo, las ovejas cortan la hierba del suelo a una velocidad de vértigo mientras que las cabras aprovechan a coger hojas de las ramas altas de arbustos, realizando el famoso “ramoneo”. De hecho, las carrascas tienen un mecanismo de defensa frente a esto, las hojas de sus ramas más bajas o con la altura suficiente para que lleguen estos rumiantes, tienen pinchos para que no se las coman, mientras que las de arriba son lisas y sin pinchos, ya que no llegan. De esta manera, la carrasca consigue tener el tiempo suficiente para crecer y hacerse un árbol.
También nos hemos fijado en que las cabras suelen ir andando por la parte más alta y rocosa de la montaña, sin embargo, las ovejas prefieren zonas más bajas y llanas y si puede ser con hierba para ir comiendo mientras andan, no sea que se desaproveche.
Ese día, en las llanuras del fondo de valle pudimos ver la tarea de los careas, los perros pastores, y nos pareció increíble ver cómo estos pequeños y ágiles animales, con una simple indicación del pastor, suben como un rayo a por las ovejas y saben a la perfección cómo y en qué lugar del rebaño deben actuar para guiarlas. Una vez hecho su trabajo, vuelven a los pies del pastor al que veneran y del que no se separan durante todo el camino. Los pastores nos comentan que estos perros adoran el trabajo y que muchas veces tienen que frenarlos porque si no estarían todo el día achuchando a las ovejas para ir todas recogidas.
Lo curioso de ese lugar es que había un refugio para pastores, como antaño había en cada “descansadero” de la vereda, así que encendimos la lumbre dentro resguardándonos así del viento y del intenso frío nocturno. Los pastores nos comentaron que ese refugio lo estaban arreglando en ese momento porque hasta hace nada estaba lleno de goteras, así que no servía de mucho.
Así que es importante recordar a la gente que en caso de usar estos refugios es imprescindible dejarlos igual que lo hemos encontrado (o mejor!) y a los municipios recalcarles la importancia de su mantenimiento para que los pastores tengan un lugar cómodo donde descansar y refugiarse en caso necesario.
Nosotros, después de utilizarlo, lo barrimos y dejamos casi mejor que lo habíamos encontrado…
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